domingo, 8 de febrero de 2015

La biografía (no autorizada) de Immanuel Kant

Nota: el presente artículo tiene guarradas, improperios y toda cosa de mal gusto, ahora que estaís advertidos, podeís pasar a conocer la verdadera historia de Kunt, digo Kant.

Prueba irrefutable de que Kant era un autómata.

Immanuel "Die Front" Kant fue un filosofo del siglo XVIII, nacido en Königsberg, Prusia. Pasaría a la historia por haberle puesto el "Berg" a Königs, que en prusiano antiguo es "coño", y ya os imaginareis qué significa Berg. De este modo, el pueblo pasó a llamarse "Coñoberga", si respetamos las reglas del español clásico, Kant era famoso por hacerse el chistosito.

Era famoso por tener la frente mucho más arriba que los pelados.

De niño Immanuelcito siempre estuvo interesado por la física, no porque fuera estudioso, sino porque con el tiempo sus conocimientos se culminarían en una etapa juerguista. Su niñez no es tan destacable, jugaba, se meaba en la cama y tal, nada distinto de los otros chavales. 

Era tan bajito que usaca zancos para poder alcanzar la mesa de billar.

De joven era muy rebelde, o por lo menos eso pretendía: se dormía a las 9:01 de la noche cuando su madre le decía que durmiera a las 9, cuando el profesor pedía que leyeran medio libro para la clase Immanuel leía el libro entero, vaya, todo un pillo. A pesar de su rebeldía extrema, nunca fue muy popular, principalmente porque nunca daba un quinto para la botella y era el que más tomaba, además de que ya ebrio, dormía a todos cuando empezaba a hablar de Newton. 

Intentó ser popular por todos los medios, pero todos le tacharon de poser.

Sus inútiles conocimientos de física rindieron sus frutos cuando comenzó a jugar billar, pues con la precisión de un cirujano lograba meter las pelotas en los hoyos (Kant hubiese deseado la misma habilidad para con las chicas, pero nunca se le dio). Debido a su habilidad, logró llevar el pan a su mesa por un buen rato, pues jugaba tan bien que ganaba millones en apuestas. 

Dicen que Kant escondía a sus hermanos de las visitas por analfabetas,
pero todos sabemos que era porque eran más guapos y tenían más gracia que él.

Por desgracia, su pequeña mina de oro cesó de funcionar cuando por exceso de pajas se desmadró los tendones de la mano, por lo que tuvo que encontrar un trabajo de verdad. De nuevo sus bastos conocimientos en tonterías le salvaron de morir de hambre cuando los riquillos le empezaron a contratar como preceptor, esto es, un maestro privado, una persona que se encargaba de darle clases a los hijos, principalmente de familias ricas, en sus propias casas; trabajo en el que por cierto se encontró bastante cómodo.

Kant con su cabezota.

El tiempo pasó y Kant logró doctorarse, y con ello se ganó dar un par de clases, poco tiempo después, comenzaría su etapa crítica, en la que publicaría Crítica de la Razón Puta, para después rematar con la Crítica de la Razón Pútrida. Cabe destacar que en esta misma etapa Kant le dijo adiós a la paja, puesto que pensaba que se usaba a sí mismo como un medio. 

Y Kant, aunque le dolió, dejó a Manuela.

Para compensar la falta de Manuela, Immanuel comenzó a tener relaciones por correspondencia; en sus cartitas presumía a sus no pocas novias del tamaño de su miembro viril, además de otros atributos físicos que por supuesto no poseía. Como a Kant detestaba la naturaleza, nunca puso un pie fuera de Königsberg. Todo esto se sabe gracias a que se conserva una de sus cartas, escrita a una de sus novias, Enriqueta Nates.
"Querida Enriqueta, muero de ganas de ir a verte para mostrarte a mi pollón, que como te he dicho en varias ocasiones es muy grande. Sin embargo muy bien sabes que me caga las bolas salir de mi pinche pueblito. Como sea, igual y en esas puedes venir aquí a mi casa a que te ensarte como brocheta. Atte. Immanuel Kant."
Kant era una especie de autómata, salía exactamente a las siete de la mañana de su casa, inmediatamente después de comer salía a caminar exactamente tres kilómetros, y en cuando aún se hacía la paja, todas siempre duraban lo mismo, e incluso tenía calculada  la cantidad de chele que debía expulsar. 

El retrato que enviaba a sus novias, ni de coña iba a enviar
el otro en el que sale todo frentón y feo.

Debido a la falta de pajas, Kant comenzó a desarrollar una demencia senil prematura. Llegó el punto en que escribía como prólogo a sus libros "Puto el que lo lea". La Crítica del Jugo llegó en esos tiempos, donde su secretario tuvo que escribirlo casi en su totalidad porque de la falta de pajas, Kant ya sólo dibujaba penes en sus obras. A los 79 años, Kant ya estaba bien madreado y murió a unos meses de cumplir los ochenta, sus últimas palabras fueron "Todo está chido", y por fin, colgó los tenis. 

Y así es como vivió Kant, y lo recordaremos siempre como el hombre que le puso el "Berg" a Königsberg. Por hoy los dejo con una cancioncilla que a él le hubiese gustado, por estar en alemán ¡Hasta otra grumetes!

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