lunes, 10 de agosto de 2015

La Aventura del Encamino

El mundo no lo ha notado pero dejé de publicar entradas por tres semanas. Las personas que me conocen creerán que he estado explorando lo que viene siendo "La Paja", pero por una sola vez en la vida, estaís muy equivocados. Cierto día en mi bandeja de entrada encontré algunos proyectos de servicio social. Entre ellos, uno que consistía en dar un curso de verano; se veía sencillo, así que le entré.


Está chido el logo.

Siempre fuí reacio a realizar el servicio social, la idea de trabajar de a gratis me da un repelús enorme. Aparte, si lo pienso de una manera odiosa (pero sincera) lo único que me ha dado la sociedad básicamente son rateros que quieren robar mis celulares, un viejito que me quiso madrear porque pensaba que le estaba agarrando las nalgas y un pinche loco que de hecho me agarró las nalgas. Sin embargo, si quería ser llamado "filósofo" propiamente debía hacer el servicio social, y aquí me teneís.

Asistí a un par de juntas donde el primer golpe se vió venir a los pocos minutos: el servicio social era en Santa Fe. Como referencia puedo decirles que si no vives en Santa Fe, irrefutablemente te encontrarás muy lejos de Santa Fe. Posteriormente, nos informaron que debíamos hacer los "Planes de Sesión". Son unos formatos que -en teoría- marcaban las actividades del día. Muchas tardes se consumieron en pensar actividades. Aparte, debíamos darles una comidita a diario, así que también diseñamos los menús para los niños. Sin embargo, todo parecía algo manejable hasta ese punto.


Aristóteles decía que los niños eran inútiles.
Sólo hasta que se volvían adultos podían realmente servir de algo.
Sí, estaba con toda la actitud.

La ubicación del lugar donde se llevaría a cabo el servicio provocó que sólo once voluntarios acudieran al llamado (Gracias, la cantidad de cabrones que se fueron al otro servicio social, muchas gracias... putos). El problema fue que a este curso se inscribieron noventa chamacos. Noventa chamacos para once voluntarios, cuando el año pasado eran treinta chamacos para quince voluntarios. Era como encontrarse en el Halo con los flood y sin balas; en pocas palabras era estar jodido.


Una foto mía con los niños rodeándome para pedirme noséquéweas.

El primer día me sentí como un joven soldado en el desembarco de Normandía. No sabía qué pedo, simplemente estaba seguro de que era una masacre. Una de las primeras cosas que ocurrieron fue que los planes se sesión valieron pa' pura riata. Pensamos que los niños eran como pequeñas máquinas que hacen lo que les ordenas sin impedimentos; pues pensábamos pendejadas. Una actividad que nosotros creímos (inocentemente) que nos tomaría media hora, nos llevó toda la mañana.


De repente cantaron esto a media manualidad, estos niños de ahora.

Los días siguientes no cambiaron ni un poco, hacer que los niños dejarán de gritar y de correr como gallinas sin cabeza por todo el salón llevaba demasiado tiempo. Al tercer día llegué a mi casa y me tumbé en el sillón, a los pocos minutos aluciné a un grupo de niños corriendo hacia mí, se había vuelto una patología mental. 


También cantaban esta cancioncilla muy a menudo.
Bueno eso ya era preocupante.

El primer día de la segunda semana fué un total desastre, los niños ya nos tenían muy bien medidos. Sabían cómo nos movíamos, nuestras técnicas y limitaciones. Un día la masacre fue tal que un chamaco terminó con una espadita de juguete clavada en su oreja, lo más narco-satánico-gore que he visto. Algo recurrente eran niños con sus estéticos "plomerazos", lo que provocó que se dijera en repetidas ocasiones "¡Súbete los pantalones!". Los niños eran unos acusones "¡Maestr@ fulanita me empujo!", era tonto hacerles caso porque nunca encontraban al culpable; pero los peores eran los que te decían "¡Maestra fulanito está escondido ahí!", era como de "Ah, chido.".


Bruscamente, escucho a tres chamachos caguengues cantando esto el último día,
neta qué pedo.

Un día uno de mis compañeritos (un hombre medio intenso que nos pendejaba a todos; o sea no lo juzgo pero vale, una cosa es que uno sea un poco distraido y otra es que te digan "A ver, ponme atención". No te guardo rencores pero te la turbo-mamas cabrón, not-cool bro.) me dice "Wey, canta una canción para que se calmen". Lo primero que pensé fue cantarles Du Hast, tenía la intención de cantar algo pero no sabía qué. Pedirle a un filósofo que cante una canción del tipo "Soy una taza" es como pedirle a Uwe Boll que haga una buena película.


Hubiese sido una bonita canción para cantar con los niños. ^^

El último día puede describirse como algo dantesco. Era menester limpiar los salones y hacer inventario de las cosas de la bodega. Cuando vimos las paredes llenas de manchas negras teníamos dos preguntas ¿Cómo? y ¿Por qué?. En el inventario de la bodega nos aburrimos tanto que empezamos a inventariar "Caja de Cereal Choco Krispis 350 gr. (Sin Cereal)". 


Algo así quedaron las paredes después del curso de verano.

He omitido muchas cosas (como el infame juego "El Chido" o el temido "Gallo, te va caer un susto gallo"), y aún así me ha quedado un artículo enorme. Mis compañeros de trabajo... bueno, si no tengo nada bueno que decir mejor no digo nada... LOL ¡Que no es verdad! Todos y cada uno de ellos hicieron de esta aventura lo más cagado del universo. Y con respecto a los niños, bueno ya no me caen tan mal; hasta hubo un par de niños que de verdad extrañaré demasiado. De ellos tomé mucha más paciencia de la que ya tengo, lo cual es muy cool. Los dejo con una canción que también cantó uno de los niños a media manualidad -Estaría chido hacer un playlist de canciones para hacer manualidades- ¡Hasta Otra Grumetes!

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