domingo, 7 de junio de 2015

Paranoia de lo Cotidiano

Soy un usuario frecuente del metro. No tanto como aquellos que lo abordana diario, pero digamos que lo uso seguido. Sin embargo, a pesar de la cantidad de veces que he abordado siempre temo que llegue alguien y me empuje o que se me caiga el teléfono a las vías -aunque lo lleve en la bolsa-. 

Pavor total.

Lo mismo me pasa en el metrobus, detesto quedar en la orilla con la horda de borregos detrás mío; siento que en algún punto todos enloquecerán y empujarán, lo que provocará que caiga en la vía del metrobus, todo para morir de una forma extremadamente naca.

Un día, por ejemplo, iba por la calle con mis cuates y casualmente pisé una coladera. Mi madre me dijo "no pises las coladeras wey", cuanta razón tenía. Piso la maldita coladera y resulta que estaba floja y se abrió, por lo que casi me voy por la coladera. Por suerte la tapa salió hacia otro lado y no me rompí la pata. 

Forma naca de morir número 045

Y del mismo modo ¿Cuántos no hemos entrado al elevador sin fijarnos si de verdad está ahí? Simplemente damos el paso hacia adelante en el instante en que se abren las puertas. Sin embargo, puede suceder que un día abran las puertas y no estar el elevador. 

En las calles de la ciudad de México es común encontrar todo tipo de obstáculos en las banquetas. Árboles cuyas raíces han levantado el pavimento, bloques de concreto que se hunden... en fin, un relieve altamente accidentado. Si uno no tiene cuidado por dónde ostias está caminando puede tropezar fácilmente.

Esa morra que llama por teléfono se va a meter un ostiazo con un poste...

Mucha gente comienza a tener una paranoia de lo cotidiano cuando experimenta un accidente. Alguien va caminando por la calle con el teléfono en la mano mandando mensajitos y en el momento en que lo asaltan todo cambia, ahora se lo pensará dos veces antes de distraerse por la calle. 

Es posible que un buen putazo haya dado origen
a la modernidad en la filosofía.

Tal vez un día Descartes se metió un muy buen coñazo en la calle y por ello escribió "no podemos confiar un carajo en los sentidos" aun con el chipote en la cabeza. Supongo que la clave de todo esto es mantener un estado de alerta todo el tiempo. Sin embargo, todos tendremos nuestro modo de vivir una paranoia de lo cotidiano. ¡Hasta otra grumetes! 

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