martes, 3 de noviembre de 2015

Pinche OMS

En 1945, un hombre llamado Percy Spencer descubrió que las microondas electromagnéticas que salían de los magnetrones en los radares habían derretido una barra de chocolate que se encontraba en su bolsa. El descubrimiento le trajo una grata sorpresa y comenzó a probar con la comida y eventualmente con las palomitas de maíz. En poco tiempo recibió la patente y la empresa para la que trabajaba comercializó los que conocemos como "Hornos de Microondas". Desde ese momento, gracias a su practicidad, hogares en todo el mundo poseían un horno de microondas, en muchas ocasiones reemplazaron a las estufas de gas. ¿Por qué les cuento lo del microondas? La verdad es que no lo sé, es una historia padre ¿No?


Fue gracias a este aparatito que ahorramos
un chingo de tiempo en la cocina.

Eran los 2000's, mis padres habían adquirido recién un horno de microondas. En él calentábamos principalmente la leche y el agua para café, también lo usábamos para recalentar la comida, era bastante práctico porque calentaba rápido y no era necesario ensuciar pocillos o ollitas para recalentar en la estufa. Todo iba bien con el horno hasta que por Internet -principalmente por medio de esos powerpoints que se enviaban por correo- circuló la noticia de que los microondas podían provocarte cáncer, ateísmo e impotencia. Desde el momento en que se descompuso, mis padres nunca volvieron a comprar otro. 


Lo que mis padres veían en el horno de microondas...

Desde que no tengo microondas, mis amigos me ven como un puto neandertal. Y es que toda aquella información que nos llegó en aquel tiempo nos llegó cargada de mentiras y verdades. Por ejemplo, es verdad que no debemos meter ningún plástico al microondas (incluso las tapas para evitar salpicaduras, bueno esas no sé por que no tienen contacto directo con la comida), pues nos envenena poco a poco (A mis lectores Godínez les pido encarecidamente no meter sus fiambreras -aunque sean Tupperware Ultra Masterchef Pro 3000- al horno porque es bastante dañino); sin embargo, también se decía que estar a dos metros cerca del horno en funcionamiento podía provocarte cáncer a causa de las ondas radioactivas, cosa que es más falsa que el billete de tres pesos. Pero bueno, ya que les conté aquello podemos pasar al meollo del asunto.


¡No los metas al puto horno!

Hace unas semanas, la OMS que el consumo de carne procesada y otros alimentos de origen animal aumentan en 18% las probabilidades de cáncer colorrectal -o sea, que el cáncer te florece el culo-. La noticia sacudió a todo el mundo con tan alarmante información, pues, como dice una amiga "Algunos de esos alimentos son base de la alimentación diaria en las personas" (como la pechuga de pollo, entre otros alimentos). Sin embargo, dentro de la lista de aquellos alimentos entran también algunos que resultan un deleite al paladar: el jamón serrano, el tocino, los chorizos (los embutidos en general) y otros muchos alimentos.


Algo así te sucede cuando comes embutidos, según la OMS.

Sin embargo, tengo la certeza que la noticia se está tomando con mucha más seriedad de la debida; o sea que hay mucha gente que está mamando de más. Ruego todas las noches que a mis padres no les entre el gusanito de dejar de comer todo aquello así como dejaron de usar el microondas. Muchas factores dentro de la ecuación se dejaron de lado y solamente tenemos un único dato que se repite al infinito: Las carnes procesadas aumentan en 18% la probabilidad de tener cáncer. Sin embargo, cabe preguntarse sobre qué probabilidad se aumenta este porcentaje, porque si mis probabilidades son muy bajas, pues el 18% puede ser casi nada.


Tan bonitos que se ven.

Además debemos considerar también que todo cae dentro del incierto mundo de la posibilidad: puede ocurrirte o no. No digo que de ahora en adelante comamos fabada todos los días y tirarle tomates a la OMS, no niego que los datos sean verdaderos porque sí; yo estoy seguro de que deberíamos tomarlo con más calma ¿Por qué? porque no podemos malvivir. Algunos verganos -ya tienen un apodo en este blog- dicen que podríamos vivir tragando granos el resto de la vida, pero yo no soy una pinche paloma; y no dudo que toda la comida vegana sepa a cola, pero simplemente no quiero dejar de comer chorizos argentinos ni jamones serranos. 

O sea sí me gusta, pero no comería esto toda la vida qué hueva.

Así como comer carnes y eso te puede provocar cancer de aniseto, salir a la calle puede provocar que te asalten. No podemos vivir con miedo al mundo todo el tiempo, imagínense lo jodido que sería cuidar la alimentación toda la vida para terminar atropellado -nacamente- por el metro. También hay que considerar que hay casos gente que fuma toda su vida y no les da cáncer y son fuertes como robles, y otra gente que no han probado un cigarro en toda su vida y mueren de cáncer pulmonar. 

Fumar aumenta considerablemente las probabilidades de
padecer enfermedades respiratorias. 
Sin embargo puede pasar que fumes como chimenea y nunca te pase nada,
como a este ruquillo.

El punto es, no hay que vivir arrinconados intentando alargar lo que es inevitable, algún día tendremos que morirnos y qué mejor que haber disfrutado cada segundo. Sí, hay que cuidarse, pero tampoco se trata de vivir dentro de una burbuja y no salir a vivir por miedo a que nos mate el cáncer de culo o la chinkungunya. La clave de casi todo en esta vida está, como bien dice -el puto de- Aristóteles, en el término medio. ¡Hasta otra grumetes!

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