Seis meses de mi vida estuve de servicio social en una biblioteca. Sinceramente, fue una de las temporadas más divertidas de mi vida, y tal vez el único servicio social que realmente disfruté -aún voy como voluntario, pues me siento comprometido a terminar un trabajo que deje pendiente-. En ese periodo de tiempo aprendí muchas cosas sobre los discapacitados.
Por ejemplo, me había quedado con que la manera apropiada de llamarlos era "personas de capacidades diferentes"; y pues ya tiene rato que eso es incorrecto, ahora se les llama concretamente "discapacitados" -Con una chingada, que se decidan de una vez-. Y también uno se entera de cosas que parecen obvias -aunque no para todos- de que a los sordos no les gusta que les digan "sorditos", ni a los ciegos "cieguitos"; esto ocurría en especial con los chavales, pues en casa sus padres les hablaban con frases como "Pobrecito señor está cieguito" y cositas por el estilo.
Siempre que iban las primarias y un niño decía "los cieguitos" le poníamos unos vergazos corregíamos, "no son cieguitos, son ciegos". ¿Por qué? porque no hay una verdadera razón como para llamarle de una manera compasiva, es como decir "ay, pobre weycito", puede encontrarse hasta denigrante, la neta -Cuidadito con que me digan "ay, el miopito (de miope)" porque le meto un palo por la cola (je, mio-pito)-. Muchas veces uno cuida sus palabras con un ciego y evita decir frases tipo "luego nos vemos" o "¿Qué no estás viendo?" -y pues, evidentemente no-; y eso es exagerar porque un ciego con dos dedos de frente entiende que son frases que la gente se dice todo el tiempo, y pues así hablamos.
Pero volvamos a mi etapa como servidor social. El primer día que llegué a la biblioteca llegó un adolescente y dijo "audífonos", a esto, la mujer que se encarga de la biblioteca (llamada Maribel, es chida) le otorgó los mentados audífonos; el muchacho, sin decir palabra alguna, se fue a sentar a una mesa. "Qué pinche mamón, ni para decir por favor y gracias", pensé; sin embargo, no sabía que el muchacho era autista. después platiqué un rato con él, resultó ser un muchacho bastante agradable. Sin embargo, la persona con la que tuve mucho más tiempo para conocerle fue un hombre llamado Carlos.
Carlos hace estadística e intercala en la biblioteca (se encarga de los libros que consultan a diario los usuarios). Carlos es sordo y tiene un retraso; su condición mental -de la que no quiero hablar demasiado, pues no la conozco de una manera exacta- es similar a la de la película Jack, pues aunque se ve como un adulto, en su mente es un niño (claro, él no crece a la velocidad de la luz). Carlos es una persona como cualquier otra; sin embargo no pude conocerlo muy bien, pues él sólo podía comunicarse por medio de señas, lenguaje que yo no intenté aprender debido a que no soy bueno con los idiomas.
El trabajo que se ha invertido en Carlos para que salga adelante y, con el tiempo, pueda ser una persona independiente ha sido enorme. Con el tiempo Carlos aprende a ser responsable, a administrar su dinero y a ser una riata. En algún punto Carlos comenzó a hacerse de confianza, me retacaba las canastas de libros -el muy cabronazo- y él apenas llenaba las suyas; vaya, que se hizo de distintas mañas; es un trabajo larguísimo y en el que se tiene que ser paciente.
Sin embargo, mucha gente no cree que estas personas puedan desarrollarse; muchas familias que se rinden ¿Cuántas veces no hemos escuchado la frase "Pobrecito, si sus padres se mueren él está perdido"? El peor error que comete alguien con un discapacitado es el de subestimar sus capacidades por el simple hecho de tener desventaja, el error de creer que tenemos que ser excesivamente delicados y considerados.
Creemos que debemos ser especialmente compasivos y no es lo mejor; muchos luchadores de causas sociales caen en este error (como las feminazis, pero el tema de la igualdad y la conveniencia será tratado luego) que quieren aislar a ciertos sectores y darles un trato especial, y eso, perjudica a estas personas en vez de ayudarlas. Hay que dejar de lado esa postura ante los discapacitados de "pobre weycito" e integrarlos a nuestra sociedad como nuestros iguales. Entiendo que estas personas son y necesitan un trato especial, pero no podemos aislarlos como si no fueran personas, como si no pudieran valerse por sí mismos ¿O ustedes que piensan? ¡Hasta otra grumetes!
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El trabajo que se ha invertido en Carlos para que salga adelante y, con el tiempo, pueda ser una persona independiente ha sido enorme. Con el tiempo Carlos aprende a ser responsable, a administrar su dinero y a ser una riata. En algún punto Carlos comenzó a hacerse de confianza, me retacaba las canastas de libros -el muy cabronazo- y él apenas llenaba las suyas; vaya, que se hizo de distintas mañas; es un trabajo larguísimo y en el que se tiene que ser paciente.
Sin embargo, mucha gente no cree que estas personas puedan desarrollarse; muchas familias que se rinden ¿Cuántas veces no hemos escuchado la frase "Pobrecito, si sus padres se mueren él está perdido"? El peor error que comete alguien con un discapacitado es el de subestimar sus capacidades por el simple hecho de tener desventaja, el error de creer que tenemos que ser excesivamente delicados y considerados.
Al Carlos siempre le hacía chistes de
"Nunca me oyes, así no se puede" y weas así.
Creemos que debemos ser especialmente compasivos y no es lo mejor; muchos luchadores de causas sociales caen en este error (como las feminazis, pero el tema de la igualdad y la conveniencia será tratado luego) que quieren aislar a ciertos sectores y darles un trato especial, y eso, perjudica a estas personas en vez de ayudarlas. Hay que dejar de lado esa postura ante los discapacitados de "pobre weycito" e integrarlos a nuestra sociedad como nuestros iguales. Entiendo que estas personas son y necesitan un trato especial, pero no podemos aislarlos como si no fueran personas, como si no pudieran valerse por sí mismos ¿O ustedes que piensan? ¡Hasta otra grumetes!
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